Thomas Jefferson, uno de los padres de la patria de Estados Unidos, escribió hace más de dos siglos algo que nuestros políticos ya han olvidado y que, creo, hay que recordárselo: Cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública.

Los asuntos difíciles, se resuelvan o no, siempre terminan por aclarar nuestras vidas.

Vive como si fueras a morir.

Ahora que estamos en plena reforma universitaria sería buena recordar lo que Jean-Claude Michea escribió hace unos años: Desde la perspectiva capitalista, le reforma ideal será la que logre convertir, lo más rápidamente posible, a cada estudiante en un cretino militante.

Sólo los tontos se creen invulnerables.

La melancolía sueña un pasado que nunca existió.

Mi paisano Juan Bas escribió hace un tiempo que Más educación y menos sinceridad necesita el mundo.

El infierno siempre son los otros.

Rara vez las palabras moribundas dicen la verdad.

Demuestren iniciativa y hagan lo que asegura Michel de Montaigne (1533-1592), hace cientos de años, en sus Ensayos: No tengo regla alguna que no haya ido variando según los acontecimientos.

Vivimos en un mundo Blade Runner: sólo los replicantes se interesan por las respuestas a las preguntas importantes.

Por miedo a equivocarnos, en vez de arriesgar por lo bueno, nos castigamos con lo malo (conocido).

En nuestro trato con los demás debemos tener en cuenta lo que escribió Alain hace años: Nada es más peligroso que una idea cuando no se tiene más que una.

Es terrible, pero en el amor nada se aprende y nada se olvida, hayas vivido lo que hayas vivido.

No es la ciencia la que ha sustituido a Dios en nuestra sociedad; es la fe en la ciencia.

Hace unos días, en el diario El País, el filósofo Reyes Maté afirmaba que El poder de las ideas poco tiene que ver con la verdad que contengan; su poder depende de quienes las apadrinen. Creo que Sarkozy nos lo acaba de demostrar en la práctica.

De vez en cuando hay que dejar que escapen todos los sueños de nuestra vida.

Ni siquiera la muerte me quiatará lo que he vivido.

Tiene razón Antonio Gala cuando escribe que Es triste no usar el corazón nada más que para morir.

Es curioso: si uno de izquierdas es un cabrón, deja de ser de izquierdas para los de izquierdas; si uno de derechas es un cabrón, es normal, es lo esperado por los de izquierdas, pues así son los de derechas para los de izquierdas. Y viceversa todo lo dicho para los de derechas.

La rutina tiene sus ventajas pues permite soñar con otros mundos.

Ahora que se habla tanto de fútbol, leamos lo que escribió un maestro, Albert Camus: Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol.

Buscamos certezas, que rara vez existen, y esa búsqueda nos convierte en inflexibles y dogmáticos.

Todas nuestras necesidades son, en realidad, esperanzas, o viceversa.

Hace ya casi dos siglos que Thomas Macaulay nos avisó de que Cuando la lucha entre facciones es intensa, el político se interesa, no por todo el pueblo, sino por el sector al que pertenece; los demás son, a su juicio, extranjeros, enemigos, incluso piratas.

Él no te engañó; se engañó a sí mismo sobre quien era la mujer de su vida.

La muerte no es algo de lo que uno pueda arrepentirse.

Da para pensar lo que, en la película El hombre sin sombra, nos dice Kevin Bacon: Es increíble lo que puedes hacer cuando no tienes que mirarte más en el espejo.

Los jóvenes tardan tanto en madurar que, para cuando lo hacen, ya pertenecen a la tercera edad.

Predecir el pasado es lo único que hacen bien los economistas.

Nos lo aclaró Marcel Proust cuando escribió que A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardia, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear.

El pasado se nutre del presente, y de nuestros recuerdos, y si cambia el presente, y nuestros recuerdos, se modifica el pasado.

No recuerdo quién fue el que escribió que hay que vivir esféricamente, en todas direcciones.

¿Recuerdan Los Simpsons? Pues aplíquense el consejo de Bart: Multiplícate por cero.

La vida es para vivirla y no para quejarse de cómo la hemos vivido.

Duerme, o despierta; da igual, el fin del mundo ha llegado.

Por si nos entusiasmamos por algo con exceso, Ambrose Bierce nos avisa que Sólo hay una manera de no hacer nada, y muchas maneras de hacer algo, y entre estas una sola es correcta.

El recuerdo es imposible; al hacerlo, reescribimos el pasado a nuestra conveniencia.

La vida es una búsqueda desesperada de una caricia de otra piel en mi piel.

Voltaire ya nos avisó de que El secreto de aburrir a la gente es decirlo todo.

Todavía hay muchos ingenuos que no alcanzan a comprender lo enorme y confuso que es el mundo en que vivimos.

Los tiempos cambian, las personas cambian; el pasado es un mundo que ya no existe.

Más Montaigne, que siempre merece la pena: Valoro en poco mis ideas, pero valoro igual las de los demás.

Si te hacen daño, ten en cuenta que las cicatrices que quedan te indican de dónde vienes pero no a dónde vas.

Cuando uno se siente solo, el peor consuelo es una silla vacía.

Ya lo dijo Montaigne hace muchos años y ahora es tiempo de aplicarlo: Es para mí un placer desinteresarme de los asuntos de los demás.

La mejor conversación se da cuando los que conversan saben estar callados.

Para ser un presuntuoso hay que ser inteligente sólo cuando es necesario.

La escritora israelí Batya Gur nos avisa de que Cuando uno está metido en la mierda, no ve nada.

Estoy donde tú estés, pero hay cosas que no se pueden compartir.

Cada vez estoy más convencido de que mis sueños no se cumplirán; me faltan tiempo y ganas.

Del actor Peter Ustinov y dedicado a tanto científico experto que nos aconseja como debemos vivir (y morir): Lo último que podrá oírse antes de que el mundo explote será la voz de un experto diciendo que es técnicamente imposible.

Todos estamos solos, incluso los que se creen bien acompañados.

Vivió como un gilipollas y murió por una estupidez.

San Agustín, hace ya quince siglos, afirmó que Si no crees en ello, no lo entenderás.

Los momentos que definen una vida nunca han sido planeados.

Lo que se oculta acaba pesando más que lo que se dice.

José Antonio Marina, en su Ética para náufragos, nos dice que Hago lo que quiero no por gusto, sino por deber. Es decir, no por lo que siento, sino por lo que pienso.

Los borrachos dan pena porque muestran una triste pérdida de dignidad.

Tontos, lo que se dice tontos, hay pocos, pero todos sucumbimos a menudo a la irresistible tentación de hacer el tonto.

Ortega y Gasset nos dió una patada de realismo cuando escribió que No es uno quien debe ser consecuente con sus ideas, sino sus ideas quienes deben ser consecuentes con la realidad.

Quizá todo el problema esté en que los jóvenes quieren hacer y los viejos quieren pensar.

Hay quien anda, hay quien corre, hay quien tropieza y hay quien empuja.

La admirada Madonna declaró hace poco que Los jóvenes no saben muy bien lo que hacen, pero lo hacen toda la noche.

El carácter de cada uno marca todo lo que hacemos en la vida; no somos así para unas cosas y asá para otras.

Los deportistas profesionales actuales son la demostración más clara de que eso de mens sana in corpore sano es una solemne tontería.

En El País Semanal del 17 de enero de este año, la actriz Cameron Diaz nos contaba su american way of life, tan parecido al de tantos otros: Nunca he tenido ningún plan. Ni artístico ni personal. Lo que tengo, ni lo he pedido ni lo he buscado. Me ha llegado porque las cosas han venido así. Llámale destino si quieres. Pero las cosas son así y ésa es mi filosofía de vida. Ni me arrepiento de nada de lo que he hecho, ni me preocupa lo que no he hecho. Lo único que me importa es haber vivido cada momento.

En la vida real, las historias no tienen final, ni feliz ni desgraciado.

Para una pregunta complicada siempre se puede encontrar una respuesta sencilla: sí o no.

Si uno se equivoca debe hacer como Sigmund Freud al afirmar que Eso era correcto entonces.

En la vida no he hecho otra cosa que luchar por estar satisfecho con lo que hago.

Si eres egoísta debes saber que la amabilidad es uno de los recursos más eficaces en el trato con los demás.

La poetisa mexicana Mercedes Suárez publicó estos versos en 1999:
La tierra que me vió nacer
no está.
No es que ya no exista,
es que nunca fue.
Jamás la vi,
no me vio nacer.
Ninguna tierra me vio nacer.
Las tierras no se fijaron en mi:
ni yo en ellas.

Si quieres pensar, piensa, pero no escribas si temes que alguien sepa lo que piensas.

Con la fe algunos dicen que mueven montañas; contra la fe, no hay quien mueva ni un grano de arena. Así son los fanáticos.

La actual crisis económica ya nos la explicaron hace setenta años dos enviados soviéticos a París que, en la película Ninotchka (Ernest Lubitsch, 1939), afirmaron: Método capitalista: acumular millones sufriendo pérdida tras pérdida.

A quien le dices tonto y se lo cree hay que explicarle que ser acusado no equivale a ser culpable.

El mayor error de los jóvenes, pero que para el éxito de nuestra especie es esencial, es creerse únicos.

En su libro Mentes flexibles, Howard Gardner escribió que Nada es más aburrido que la constante novedad.

Agota pensar un poco más de lo habitual.

Es difícil mentir a quien no le importa si dices la verdad.