sábado, 24 de noviembre de 2007

Una vez, hace tiempo, vivía en un pueblo un hombre que usaba dinamita para derribar árboles. Murió de un derrame cerebral, cuando una minúscula pizca de explosivo le explotó en el cerebro.
Si queremos olvidar, olvidamos; si debemos olvidar, olvidamos. Y el querer y el deber es lo primero que olvidamos.
Se suele decir que sólo vemos lo que queremos ver. No es cierto; sólo vemos lo que sabemos ver. Otra cosa es lo queramos saber.
Una creencia equivocada nos hace admitir que estamos muertos cuando, en realidad, estamos tontos. Y para la mayoría, es preferible la tontería a la muerte.
La vida no asusta; lo que da miedo es como la malvivimos.
Los hechos son aquello en que cada uno los convierte. Lo dijo Nietzsche: No hay hechos, sólo interpretaciones. Demasiado fácil.
Para despertar es esencial, en primer lugar, estar dormido.
Ningún libro, ni siquiera la Biblia, El Capital o una guía de autoayuda proporciona respuestas fáciles. Si lo hace, es un fraude.
Para muchos, los problemas colectivos son responsabilidad de otros. En consecuencia, no hay nada que se pueda hacer para resolverlos.
Lo más adecuado es tratar de resolver los problemas sin tratar de cambiar a las personas que los causan. Cambiemos lo que hacen y olvidemos lo que son.
¿Cuántos de nosotros conocemos a algún idiota? Todos. ¿Cuántos de nosotros somos idiotas? Ninguno. Conclusión: imposibilidad estadística.
Hoy la izquierda y la derecha dudan, saben que en todo no tienen razón, que la vida cambia y las dudas brotan inevitablemente de la reflexión. A la izquierda, Stalin, Pol Pot y tantos otros les vacunaron contra el dogmatismo. Igual labor hicieron con la derecha Hitler, Franco, Pinochet y otros. Sólo los nacionalismos siguen siendo religión. Son los únicos que basan su ideología en "sobre esta patria construiré mi iglesia". La nación es entelequia inexistente y, por tanto, indiscutible. Cuando los nacionalismos descubran que no hay nación sin ciudadanos, entenderán por qué Hitler quiso aniquilar, ante todo y sobre todo, a los alemanes que se sentían ciudadanos antes que alemanes.

jueves, 22 de noviembre de 2007

En la sociedad actual, el consumo del saber está por encima de la transmisión del saber.
Es una vieja tradición de las élites políticas y económicas que, con grandilocuente prodigalidad de palabra, concedan con cicatería los medios financieros necesarios para la educación de las clases populares.
Antes, la educación formaba ciudadanos; ahora, satisface a los consumidores, sean los alumnos o sus padres.
La educación tenía un valor profesional y laboral pero, además, también tenía un profundo significado social, cultural y político, con diferentes interpretaciones según las ideologías. Ahora sólo queda el valor profesional y laboral y, en consecuencia, la educación está orientada hacia el mercado laboral. En último extremo, será el mercado quien marque los objetivos de la educación. El mercado laboral será (¿es?) el valor único.
La sociedad neoliberal necesita innovación y ésta sólo se alcanza con capital humano preparado. Por una parte, una gran masa "botellón y fin de semana"; por otra, unos pocos con trabajo creativo, profesional y, en todo caso, gratificante desde cualquier punto de vista.
La escuela neoliberal es la escuela inútil. Ser escuela guardería es su mayor valor social. Los alumnos deben aprender sólo lo imprescindible para ("Sensación de) vivir" lo más posible. Sus preocupaciones más importantes deben ser su éxito social entre sus iguales, y una gozosa vida sexual sin compromisos. Dormir poco y beber mucho: el estado zombie es el más adecuado. Y a pesar de todo, en pocos años, los que maduran hacen lo que quieren y dejan de repetir lo que su grupo exige. En casa, lo único importante son unas buenas notas que, a poco que se esfuercen, obtienen sin mayor exigencia. Y ya tenemos "niño-rey" hasta los 35 años por lo menos.
Cuando uno va en coche y no sabe que camino tomar o, mejor, le da igual, se debe elegir una buena recta, poner el coche a cien o más y, bruscamente, meter a fondo el freno de mano. El mismo coche le indicará la dirección a seguir. Al cielo o al infierno. Qué más da.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

En un país civilizado se respeta la ley y se desprecia a la autoridad; en el nuestro, se desprecia la ley y se teme a la autoridad.
Donna Leon: La única constante en la vida de los jóvenes es la inconstancia. Si un número suficiente de personas sostiene una idea o una opinión, es probable que los jóvenes la acepten; y si un número suficiente la rechaza, rectifican. Les resulta difícil ser consecuentes sin preocuparse de lo que es aceptado por su tribu sobre lo que hay que decir, hacer, leer, mirar, escuchar, vestir,...
Los jóvenes de ahora tienen muy poca tolerancia al aburrimiento, menos todavía de la habitual en los de su misma edad en cualquier época de la historia de nuestra especie.
Cualquiera luchará hasta conseguir el suficiente dinero como para vivir bien. Pero, en primer lugar, vivir bien no es lo mismo para todos. Y en segundo lugar, una vez conseguido el dinero para vivir bien, hay que parar pues seguir adelante lleva inevitablemente a vivir peor.

martes, 20 de noviembre de 2007

Según envejecemos cada vez nos parecemos más a aquella caricatura que nos hicieron de joven.
Alguien dijo, supongo que algún romano, que la mujer del césar no sólo debía ser honrada sino que además tenía que parecerlo. Hoy en día no hay por qué ser honrado, sólo hay que parecerlo.
Quien juzga a los demás queda retratado al instante: soberbio y mezquino. Soberbio porque se atreve a juzgar y mezquino porque siempre condena.
Bacon escribió en El avance del saber que, sabiendo que nuestra vida es demasiado breve como para finalizar nada importante, es el sentirnos parte de una tradición hacia el progreso lo que nos debe satisfacer. Quizá hablaba de ciencia, pero yo elijo pertenecer a una tradición de humanidad que lleve al progreso entendido como libertad, igualdad y fraternidad. En ese futuro la ciencia se incluye aunque no se mencione.
El ascenso del individualismo acabará ahogando la convivencia social.
Ya no existen proyectos en comunidad, como no sea que, de pura casualidad, los proyectos personales apunten en la misma dirección.
No busques conspiraciones donde sólo hay incompetencia.
Santiago Calatrava: Proyectos pensados para alcanzar cierto prestigio y no para que sean útiles.
Es difícil hacer las cosas bien cuando se lee poco.
No entiendo por qué para mucha gente lo moderno es mejor que lo bueno. Por lo menos parece que de eso se trata en las leyes sobre educación; cada uno que llega hace su reforma. Y encima queda como progre.
Tenemos derecho porque somos hombres y no porque queramos tenerlos. O no tenerlos. El deseo individual no es omnipotente, no puede pisotear los propios derechos, no puede decidir qué es bueno y qué no lo es.
Domesticar los instintos: Exacto, esto es lo que pienso de la violencia doméstica. Para resolver este problema hay que tener muy en cuenta que tiene mucho de instinto. Y eso debe influir en las propuestas que se hagan para acabar con esta barbaridad.